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Llibre: La Vida a tragos. historias de Guatemala

Posted by tonagusi on novembre 13th, 2008

La Vida a tragos. Historias de Guatemala”

 Fundació Sida i Societat 
Vivim en un món a on els instruments legals de la societat civil i de política internacionals i regionals suposadament van definir les obligacions dels estats en les tasques de prevenció, eradicació i càstig contra tot tipus de violència contra les dones. Això és el que se’ns diu a través dels nostres governs de torn i el que usualment no s’esmenta als mitjans de comunicació tradicionals. En aquests moments, el 29% dels governs afirma que ni hi tenen lleis o polítiques suficients per a la prevenció de la violència contra les dones.  Des de la Fundació Sida i Societat creiem que existeix la necessitat urgent de prestar més atenció a tot tipus de violències contra les dones en tots els àmbits, especialment a través de la inversió en educació, sensibilització, i suports tècnics i financers, com un procés continu a dones i homes, especialment en els països que segons els seus IDH, estan menys desenvolupats i, especialment, en països com Guatemala, que estan sumits en conflictes que van molt més allà d’una problemàtica merament social. En aquest sentit, és necessària una perspectiva cohesionada i estratègica per part dels governs, de la comunitat internacional i de la societat. 

 L’eliminació de la violència contra totes les dones ha de ser una política prioritària perquè una societat pugui començar a sanar ferides i caminar cap a l’equitat social, de classe i gènere. En un dels informes de la Relatora especial de Nacions Unides per a la violència contra les dones, Yakin Ertürk, assenyalava: «Els vincles entre la violència contra les dones i el VIH/sida són irrefutables, però els estats encara han de crear respostes integrades i efectives. Encara que s’estan realitzant avanços per separat per a acabar amb la violència contra les dones i detenir l’avanç del VIH/sida, els esforços nacionals i internacionals serien molt més efectius si es dediquessin a la interconnexió entre ambdues pandèmies».

 

Tal com assenyala en la presentació del llibre el President de la Fundació Sida i Societat, Jordi Casabona, “La vida a tragos. Historias de Guatemala” relata un treball que durant quatre anys es ve realitzant amb treballadores sexuals dels diversos municipis del Departament de Escuintla, Guatemala. “Moltes vegades les intervencions sanitàries dirigides a aquesta població s’expliquen sense tenir en compte a les pròpies dones; parlem d’objectius i de resultats sense consultar-les ni deixar que elles diguin la seva opinió o participin activament en els projectes. Així mateix, tècnicament seria erroni intentar fomentar actituds i conductes de menor risc per a l’adquisició del VIH i d’altres infeccions de transmissió sexual (ITS) sense involucrar-les en la intervenció: no tenir en compte el context i les sensibilitats de les treballadores sexuals és una falta de respecte a un col·lectiu al que històricament va ser tractat amb massa hipocresia”.  “La vida a Tragos. Historias de Guatemala” té com objectiu explicar i sensibilitzar a una societat com la nostra, aliena a l’esdevenir diari en societats que creiem conèixer, que creiem en pau i que creiem en vies d’un concepte imposat de desenvolupament.  Les persones que tinguin en les seves mans aquesta publicació es trobaran de front amb un context social, però també amb records, il·lusions i pors de les treballadores sexuals i el seu treball, del que en moltes ocasions se senten justament orgulloses. En aquest sentit, el rigorós treball de Bru Rovira i de Juan Carlos Tomasi no necessita més presentació que la qual ofereixen els seus textos i les seves fotografies. I per a facilitar elements d’anàlisis i discussió, s’han inclòs unes breus notes introductòries redactades per persones referents en el seu àmbit d’actuació. Així, Alba Estela Maldonado des del social i l’activisme polític, Peter Piot, Txema Calleja i Sarah Russell des del sanitari i el lideratge institucional, i Juan José López Burniol des del punt de vista jurídic i ètic, fan una breu anàlisi sobre la violència i la seva relació amb la salut, tant individual com col·lectiva.


Extractes del Llibre Mujer y violencia en América LatinaAlba Estela MaldonadoFeminista y luchadora social. Militante revolucionaria desde su adolescencia y actualmente secretaria general adjunta del partido Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca “El Informe Mundial Sobre la Violencia y la Salud, 2002, de la Orga­nización Mundial de la Salud, indica que la violencia intrafamiliar exis­te en todas las sociedades, culturas y niveles económicos. La Orga­nización Panamericana de la Salud registró que una de cada tres muje­res en algún momento de su vida ha sido víctima de la violencia sexual, física o psicológica perpetrada por hombres. El 33% de las mujeres entre 16 y 49 años ha sido víctima de acoso sexual. Al menos el 45% ha sido amenazado, insultado o ha visto la destrucción de su propiedad personal. En las economí­as desarrolladas la violencia contra las mujeres es responsable de uno de cada cinco días de vida saludable perdidos en mujeres en edad reproductiva. Entre el 10% y el 50% de mujeres en cada país ha sufrido abuso físico por parte de su pareja. En América Latina, entre un cuarto y más de la mitad de las mujeres infor­man de que han sido víctimas de abusos por sus parejas (…)”  “La muerte violenta de mujeres por ser mujeres es histórica, pero la magni­tud y los efectos son más evidentes ahora porque se relaciona con la impunidad y la inefectividad e inacción de las autoridades en el marco de una sociedad glo­bal, pese a la instauración de democracias y la existencia de leyes y convenios internacionales suscritos por la mayoría de gobiernos (…)”  “Es necesario mostrar esta violencia y vencer la impunidad sobre estos críme­nes logrando que los estados sean garantes de una vida libre de violencia y del goce de los derechos humanos también para las mujeres, más de 50% de la pobla­ción del planeta, y tener como objetivo que la sociedad sea más plena y más libre (…)”  “La violencia de género, con la impunidad como correlato, tiene connotacio­nes de un flagelo social allí donde los estados son débiles, han sido debilitados y el estado de derecho tiene dificultades para construirse. No se detendrá hasta que se produzca una acción organizada estatal con apoyo y respaldo social que pare su escalada y prevenga una mayor violencia.  La impunidad debilita e impide el funcionamiento de la institucionalidad, convierte a los organismos encargados de la seguridad, la investigación y la admi­nistración de justicia en inoperantes, lo que estimula la inseguridad y la violen­cia. Tiene que ver con la falta de penalización y la naturalización de la violencia permanente y diaria, con la complacencia e incluso la comprensión de las auto­ridades hacia el agresor, con la culpabilización de la víctima que transgrede el orden establecido, y con el hecho de que las autoridades incumplen con su obli­gación de proteger a la mujer y perseguir y penalizar al delincuente.  Se ha avanzado mundialmente en la aprobación y ratificación de leyes, tra­tados y convenciones internacionales y en la legislación nacional de casi todos los países. Se requiere, por ello, la adecuación de las normativas de los estados correspondiente a esta realidad y necesidades, la creación de nuevos conceptos, instituciones y tipificaciones que tengan en cuenta la especificidad y el con­texto en que se producen estos delitos de género, realizando reformas de códi­gos y leyes que mantienen tipos delictivos impregnados de anacronismos y con­cepciones androcentristas (…)”  “La violencia contra la mujer puede y debe ser prevenible. Los estados deben proteger y atender debidamente las denuncias de las mujeres, persi­guiendo y castigando el delito y construyendo socialmente valores de justicia e igualdad, garantizando a las mujeres el derecho primigenio e inalienable de vivir.”  

 Extractes del llibro “La vida a Tragos. Historias de Guatemala”Por Bru Rovira “Dayana, «la Loba»  Dayana tiene tatuado un tigre en el estómago y una loba con adorno de rosas en la espalda. Don Félix y yo la miramos duchar­se completamente desnuda en el fregadero del patio. Hace un sol de justicia y la muchacha parece disfrutar del frescor del agua mientras con una mano se enjabona a conciencia (el pelo, los pechos de pezones oscuros, las caderas, los muslos, los dedos de los pies) y con la otra se tapa pudorosamente el pubis. Sólo nos da la espalda para enjuagarse, y parece que lo haga a cámara lenta cuando llena un cazo en el lavadero, lo sostiene en el aire y lo inclina levemente dejando que el agua se derrame lenta­mente sobre su piel canela, gozando hasta la última gota.  Don Félix la mira de reojo mientras la chica se acerca caminando de puntillas envuelta en una toalla, se dirige a su habita­ción y regresa con unas botas de plataforma en la mano. Don Félix (el Gato, le llaman las chicas) es zapatero. Está sordo como una tapia y su cuerpo enjuto y arrugado parece encontrar en la postración la forma natural de su figura de tullido. Todos los días se pasa por el Club San Diego por si hay algún remiendo. —Habrá que coser —dice examinando una de las botas, rasgada a la altura de la pantorrilla.  A plena luz del día, las botas de Dayana están para tirarlas. Lo mismo les ocurre a las medias, los tangas y los bodies que cuel­gan descoloridos en los tenderos a la espera de que llegue la oscuridad de la noche y las luces estroboscópicas de la pista de baile los hagan renacer refulgiendo glamour. Incluso las desconchadas mesitas de obra vista y sus sombrillas de paja parecen una fantasía de playa caribeña cuando cae la noche y se abren los neones del patio.  —Ven —dice Dayana cogiéndome de la mano para invitarme a pasar a su habitación. Aquí vive y aquí recibe a los clientes. Techo de chapa. Paredes de tablas de madera. Una bombilla desnuda. Una mesita de camping repleta de perfumes. Cremas. Maquillaje. Una bolsa de plástico con las fotos de la familia. Una caja de condones.  Las moscas revolotean en el aire y las cucarachas se esconden bajo el colchón. Dayana, envuelta en una toalla, el cuerpo joven exhalando a jabón, se sienta en la cama con las piernas cruzadas.  Cuenta su historia.  Tenía quince años. Iba camino del colegio, en un pueblito cerca de Managua, cargando una mochila con los cuadernos esco­lares y el almuerzo. Tres hombres la pararon y la arrastraron hasta el bosque donde la tomaron, uno detrás del otro. —Me dejaron bañada en sangre en mis partes —recuerda. Pero Dayana no se lo contó a nadie. Se lavó «bien limpia». Lloró. Y calló. Papá hacía años que les abandonó. Mamá apenas estaba en casa y nunca tuvieron una conversación. —Me lo tragué yo sola —dice, mientras rebusca en la bolsa de plástico y muestra la foto de un niño—. Es el fruto de aque­lla violación. Se llama Élison. —Lo quiero como si fuera mío —suspira.  Dayana pasó todo el embarazo sin salir de casa «de pura vergüenza». Cuando el bebé cumplió cinco meses, una amiga le propuso viajar a Guatemala ilegalmente. El niño se quedó con la abuela. Dayana les manda dinero todos los meses.  —La primera vez fue horrible —recuerda—. Me tocó un cliente borracho. No podía hacerlo, y al final se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que yo era muy guapa. Qué asco. Puedo bailar desnuda en la pista, que me soben mientras me invitan a copas, pero cuando los tengo encima no lo soporto. ¿Has visto los tatuajes? —Los he visto mientras te duchabas. Abre la toalla y se gira para mostrar la loba. —La loba —dice— es astuta. Agresiva. Refleja lo que soy yo. Le he puesto un adorno de rosas porque la loba utiliza mi femi­nidad. Es astuta, pero esta astucia la lastima. Cuando todo termina, la loba se sienta en la cama, mira lo que hizo y se pone a pensar: ¡sucia!, ¡eres repugnante! El cliente no se da cuenta. Por eso soy la loba. Astuta. —Las rosas… —Son la debilidad de la mujer por necesidad de hacerlo.”     

Vivim en un món a on els instruments legals de la societat civil i de política internacionals i regionals suposadament van definir les obligacions dels estats en les tasques de prevenció, eradicació i càstig contra tot tipus de violència contra les dones. Això és el que se’ns diu a través dels nostres governs de torn i el que usualment no s’esmenta als mitjans de comunicació tradicionals. En aquests moments, el 29% dels governs afirma que ni hi tenen lleis o polítiques suficients per a la prevenció de la violència contra les dones.

 Des de la Fundació Sida i Societat creiem que existeix la necessitat urgent de prestar més atenció a tot tipus de violències contra les dones en tots els àmbits, especialment a través de la inversió en educació, sensibilització, i suports tècnics i financers, com un procés continu a dones i homes, especialment en els països que segons els seus IDH, estan menys desenvolupats i, especialment, en països com Guatemala, que estan sumits en conflictes que van molt més allà d’una problemàtica merament social. En aquest sentit, és necessària una perspectiva cohesionada i estratègica per part dels governs, de la comunitat internacional i de la societat.  L’eliminació de la violència contra totes les dones ha de ser una política prioritària perquè una societat pugui començar a sanar ferides i caminar cap a l’equitat social, de classe i gènere. En un dels informes de la Relatora especial de Nacions Unides per a la violència contra les dones, Yakin Ertürk, assenyalava: «Els vincles entre la violència contra les dones i el VIH/sida són irrefutables, però els estats encara han de crear respostes integrades i efectives. Encara que s’estan realitzant avanços per separat per a acabar amb la violència contra les dones i detenir l’avanç del VIH/sida, els esforços nacionals i internacionals serien molt més efectius si es dediquessin a la interconnexió entre ambdues pandèmies».  

Tal com assenyala en la presentació del llibre el President de la Fundació Sida i Societat, Jordi Casabona, “La vida a tragos. Historias de Guatemala” relata un treball que durant quatre anys es ve realitzant amb treballadores sexuals dels diversos municipis del Departament de Escuintla, Guatemala. “Moltes vegades les intervencions sanitàries dirigides a aquesta població s’expliquen sense tenir en compte a les pròpies dones; parlem d’objectius i de resultats sense consultar-les ni deixar que elles diguin la seva opinió o participin activament en els projectes. Així mateix, tècnicament seria erroni intentar fomentar actituds i conductes de menor risc per a l’adquisició del VIH i d’altres infeccions de transmissió sexual (ITS) sense involucrar-les en la intervenció: no tenir en compte el context i les sensibilitats de les treballadores sexuals és una falta de respecte a un col·lectiu al que històricament va ser tractat amb massa hipocresia”.  “La vida a Tragos. Historias de Guatemala” té com objectiu explicar i sensibilitzar a una societat com la nostra, aliena a l’esdevenir diari en societats que creiem conèixer, que creiem en pau i que creiem en vies d’un concepte imposat de desenvolupament.  Les persones que tinguin en les seves mans aquesta publicació es trobaran de front amb un context social, però també amb records, il·lusions i pors de les treballadores sexuals i el seu treball, del que en moltes ocasions se senten justament orgulloses. En aquest sentit, el rigorós treball de Bru Rovira i de Juan Carlos Tomasi no necessita més presentació que la qual ofereixen els seus textos i les seves fotografies. I per a facilitar elements d’anàlisis i discussió, s’han inclòs unes breus notes introductòries redactades per persones referents en el seu àmbit d’actuació. Així, Alba Estela Maldonado des del social i l’activisme polític, Peter Piot, Txema Calleja i Sarah Russell des del sanitari i el lideratge institucional, i Juan José López Burniol des del punt de vista jurídic i ètic, fan una breu anàlisi sobre la violència i la seva relació amb la salut, tant individual com col·lectiva.


 

Extractes del Llibre Mujer y violencia en América LatinaAlba Estela MaldonadoFeminista y luchadora social. Militante revolucionaria desde su adolescencia y actualmente secretaria general adjunta del partido Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca “El Informe Mundial Sobre la Violencia y la Salud, 2002, de la Orga­nización Mundial de la Salud, indica que la violencia intrafamiliar exis­te en todas las sociedades, culturas y niveles económicos. La Orga­nización Panamericana de la Salud registró que una de cada tres muje­res en algún momento de su vida ha sido víctima de la violencia sexual, física o psicológica perpetrada por hombres. El 33% de las mujeres entre 16 y 49 años ha sido víctima de acoso sexual. Al menos el 45% ha sido amenazado, insultado o ha visto la destrucción de su propiedad personal. En las economí­as desarrolladas la violencia contra las mujeres es responsable de uno de cada cinco días de vida saludable perdidos en mujeres en edad reproductiva. Entre el 10% y el 50% de mujeres en cada país ha sufrido abuso físico por parte de su pareja. En América Latina, entre un cuarto y más de la mitad de las mujeres infor­man de que han sido víctimas de abusos por sus parejas (…)”  “La muerte violenta de mujeres por ser mujeres es histórica, pero la magni­tud y los efectos son más evidentes ahora porque se relaciona con la impunidad y la inefectividad e inacción de las autoridades en el marco de una sociedad glo­bal, pese a la instauración de democracias y la existencia de leyes y convenios internacionales suscritos por la mayoría de gobiernos (…)”  “Es necesario mostrar esta violencia y vencer la impunidad sobre estos críme­nes logrando que los estados sean garantes de una vida libre de violencia y del goce de los derechos humanos también para las mujeres, más de 50% de la pobla­ción del planeta, y tener como objetivo que la sociedad sea más plena y más libre (…)”  “La violencia de género, con la impunidad como correlato, tiene connotacio­nes de un flagelo social allí donde los estados son débiles, han sido debilitados y el estado de derecho tiene dificultades para construirse. No se detendrá hasta que se produzca una acción organizada estatal con apoyo y respaldo social que pare su escalada y prevenga una mayor violencia.  La impunidad debilita e impide el funcionamiento de la institucionalidad, convierte a los organismos encargados de la seguridad, la investigación y la admi­nistración de justicia en inoperantes, lo que estimula la inseguridad y la violen­cia. Tiene que ver con la falta de penalización y la naturalización de la violencia permanente y diaria, con la complacencia e incluso la comprensión de las auto­ridades hacia el agresor, con la culpabilización de la víctima que transgrede el orden establecido, y con el hecho de que las autoridades incumplen con su obli­gación de proteger a la mujer y perseguir y penalizar al delincuente.  Se ha avanzado mundialmente en la aprobación y ratificación de leyes, tra­tados y convenciones internacionales y en la legislación nacional de casi todos los países. Se requiere, por ello, la adecuación de las normativas de los estados correspondiente a esta realidad y necesidades, la creación de nuevos conceptos, instituciones y tipificaciones que tengan en cuenta la especificidad y el con­texto en que se producen estos delitos de género, realizando reformas de códi­gos y leyes que mantienen tipos delictivos impregnados de anacronismos y con­cepciones androcentristas (…)”  “La violencia contra la mujer puede y debe ser prevenible. Los estados deben proteger y atender debidamente las denuncias de las mujeres, persi­guiendo y castigando el delito y construyendo socialmente valores de justicia e igualdad, garantizando a las mujeres el derecho primigenio e inalienable de vivir.”    

 

 Extractes del llibro “La vida a Tragos. Historias de Guatemala”Por Bru Rovira “Dayana, «la Loba»  Dayana tiene tatuado un tigre en el estómago y una loba con adorno de rosas en la espalda. Don Félix y yo la miramos duchar­se completamente desnuda en el fregadero del patio. Hace un sol de justicia y la muchacha parece disfrutar del frescor del agua mientras con una mano se enjabona a conciencia (el pelo, los pechos de pezones oscuros, las caderas, los muslos, los dedos de los pies) y con la otra se tapa pudorosamente el pubis. Sólo nos da la espalda para enjuagarse, y parece que lo haga a cámara lenta cuando llena un cazo en el lavadero, lo sostiene en el aire y lo inclina levemente dejando que el agua se derrame lenta­mente sobre su piel canela, gozando hasta la última gota.  Don Félix la mira de reojo mientras la chica se acerca caminando de puntillas envuelta en una toalla, se dirige a su habita­ción y regresa con unas botas de plataforma en la mano. Don Félix (el Gato, le llaman las chicas) es zapatero. Está sordo como una tapia y su cuerpo enjuto y arrugado parece encontrar en la postración la forma natural de su figura de tullido. Todos los días se pasa por el Club San Diego por si hay algún remiendo. —Habrá que coser —dice examinando una de las botas, rasgada a la altura de la pantorrilla.  A plena luz del día, las botas de Dayana están para tirarlas. Lo mismo les ocurre a las medias, los tangas y los bodies que cuel­gan descoloridos en los tenderos a la espera de que llegue la oscuridad de la noche y las luces estroboscópicas de la pista de baile los hagan renacer refulgiendo glamour. Incluso las desconchadas mesitas de obra vista y sus sombrillas de paja parecen una fantasía de playa caribeña cuando cae la noche y se abren los neones del patio.  —Ven —dice Dayana cogiéndome de la mano para invitarme a pasar a su habitación. Aquí vive y aquí recibe a los clientes. Techo de chapa. Paredes de tablas de madera. Una bombilla desnuda. Una mesita de camping repleta de perfumes. Cremas. Maquillaje. Una bolsa de plástico con las fotos de la familia. Una caja de condones.  Las moscas revolotean en el aire y las cucarachas se esconden bajo el colchón. Dayana, envuelta en una toalla, el cuerpo joven exhalando a jabón, se sienta en la cama con las piernas cruzadas.  Cuenta su historia.  Tenía quince años. Iba camino del colegio, en un pueblito cerca de Managua, cargando una mochila con los cuadernos esco­lares y el almuerzo. Tres hombres la pararon y la arrastraron hasta el bosque donde la tomaron, uno detrás del otro. —Me dejaron bañada en sangre en mis partes —recuerda. Pero Dayana no se lo contó a nadie. Se lavó «bien limpia». Lloró. Y calló. Papá hacía años que les abandonó. Mamá apenas estaba en casa y nunca tuvieron una conversación. —Me lo tragué yo sola —dice, mientras rebusca en la bolsa de plástico y muestra la foto de un niño—. Es el fruto de aque­lla violación. Se llama Élison. —Lo quiero como si fuera mío —suspira.  Dayana pasó todo el embarazo sin salir de casa «de pura vergüenza». Cuando el bebé cumplió cinco meses, una amiga le propuso viajar a Guatemala ilegalmente. El niño se quedó con la abuela. Dayana les manda dinero todos los meses.  —La primera vez fue horrible —recuerda—. Me tocó un cliente borracho. No podía hacerlo, y al final se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que yo era muy guapa. Qué asco. Puedo bailar desnuda en la pista, que me soben mientras me invitan a copas, pero cuando los tengo encima no lo soporto. ¿Has visto los tatuajes? —Los he visto mientras te duchabas. Abre la toalla y se gira para mostrar la loba. —La loba —dice— es astuta. Agresiva. Refleja lo que soy yo. Le he puesto un adorno de rosas porque la loba utiliza mi femi­nidad. Es astuta, pero esta astucia la lastima. Cuando todo termina, la loba se sienta en la cama, mira lo que hizo y se pone a pensar: ¡sucia!, ¡eres repugnante! El cliente no se da cuenta. Por eso soy la loba. Astuta. —Las rosas… —Son la debilidad de la mujer por necesidad de hacerlo.”     

Vivim en un món a on els instruments legals de la societat civil i de política internacionals i regionals suposadament van definir les obligacions dels estats en les tasques de prevenció, eradicació i càstig contra tot tipus de violència contra les dones. Això és el que se’ns diu a través dels nostres governs de torn i el que usualment no s’esmenta als mitjans de comunicació tradicionals. En aquests moments, el 29% dels governs afirma que ni hi tenen lleis o polítiques suficients per a la prevenció de la violència contra les dones.  Des de la Fundació Sida i Societat creiem que existeix la necessitat urgent de prestar més atenció a tot tipus de violències contra les dones en tots els àmbits, especialment a través de la inversió en educació, sensibilització, i suports tècnics i financers, com un procés continu a dones i homes, especialment en els països que segons els seus IDH, estan menys desenvolupats i, especialment, en països com Guatemala, que estan sumits en conflictes que van molt més allà d’una problemàtica merament social. En aquest sentit, és necessària una perspectiva cohesionada i estratègica per part dels governs, de la comunitat internacional i de la societat.  L’eliminació de la violència contra totes les dones ha de ser una política prioritària perquè una societat pugui començar a sanar ferides i caminar cap a l’equitat social, de classe i gènere. En un dels informes de la Relatora especial de Nacions Unides per a la violència contra les dones, Yakin Ertürk, assenyalava: «Els vincles entre la violència contra les dones i el VIH/sida són irrefutables, però els estats encara han de crear respostes integrades i efectives. Encara que s’estan realitzant avanços per separat per a acabar amb la violència contra les dones i detenir l’avanç del VIH/sida, els esforços nacionals i internacionals serien molt més efectius si es dediquessin a la interconnexió entre ambdues pandèmies».  

Tal com assenyala en la presentació del llibre el President de la Fundació Sida i Societat, Jordi Casabona, “La vida a tragos. Historias de Guatemala” relata un treball que durant quatre anys es ve realitzant amb treballadores sexuals dels diversos municipis del Departament de Escuintla, Guatemala. “Moltes vegades les intervencions sanitàries dirigides a aquesta població s’expliquen sense tenir en compte a les pròpies dones; parlem d’objectius i de resultats sense consultar-les ni deixar que elles diguin la seva opinió o participin activament en els projectes. Així mateix, tècnicament seria erroni intentar fomentar actituds i conductes de menor risc per a l’adquisició del VIH i d’altres infeccions de transmissió sexual (ITS) sense involucrar-les en la intervenció: no tenir en compte el context i les sensibilitats de les treballadores sexuals és una falta de respecte a un col·lectiu al que històricament va ser tractat amb massa hipocresia”.  “La vida a Tragos. Historias de Guatemala” té com objectiu explicar i sensibilitzar a una societat com la nostra, aliena a l’esdevenir diari en societats que creiem conèixer, que creiem en pau i que creiem en vies d’un concepte imposat de desenvolupament.  Les persones que tinguin en les seves mans aquesta publicació es trobaran de front amb un context social, però també amb records, il·lusions i pors de les treballadores sexuals i el seu treball, del que en moltes ocasions se senten justament orgulloses. En aquest sentit, el rigorós treball de Bru Rovira i de Juan Carlos Tomasi no necessita més presentació que la qual ofereixen els seus textos i les seves fotografies. I per a facilitar elements d’anàlisis i discussió, s’han inclòs unes breus notes introductòries redactades per persones referents en el seu àmbit d’actuació. Així, Alba Estela Maldonado des del social i l’activisme polític, Peter Piot, Txema Calleja i Sarah Russell des del sanitari i el lideratge institucional, i Juan José López Burniol des del punt de vista jurídic i ètic, fan una breu anàlisi sobre la violència i la seva relació amb la salut, tant individual com col·lectiva.

 

Extractes del Llibre Mujer y violencia en América LatinaAlba Estela MaldonadoFeminista y luchadora social. Militante revolucionaria desde su adolescencia y actualmente secretaria general adjunta del partido Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca “El Informe Mundial Sobre la Violencia y la Salud, 2002, de la Orga­nización Mundial de la Salud, indica que la violencia intrafamiliar exis­te en todas las sociedades, culturas y niveles económicos. La Orga­nización Panamericana de la Salud registró que una de cada tres muje­res en algún momento de su vida ha sido víctima de la violencia sexual, física o psicológica perpetrada por hombres. El 33% de las mujeres entre 16 y 49 años ha sido víctima de acoso sexual. Al menos el 45% ha sido amenazado, insultado o ha visto la destrucción de su propiedad personal. En las economí­as desarrolladas la violencia contra las mujeres es responsable de uno de cada cinco días de vida saludable perdidos en mujeres en edad reproductiva. Entre el 10% y el 50% de mujeres en cada país ha sufrido abuso físico por parte de su pareja. En América Latina, entre un cuarto y más de la mitad de las mujeres infor­man de que han sido víctimas de abusos por sus parejas (…)”  “La muerte violenta de mujeres por ser mujeres es histórica, pero la magni­tud y los efectos son más evidentes ahora porque se relaciona con la impunidad y la inefectividad e inacción de las autoridades en el marco de una sociedad glo­bal, pese a la instauración de democracias y la existencia de leyes y convenios internacionales suscritos por la mayoría de gobiernos (…)”  “Es necesario mostrar esta violencia y vencer la impunidad sobre estos críme­nes logrando que los estados sean garantes de una vida libre de violencia y del goce de los derechos humanos también para las mujeres, más de 50% de la pobla­ción del planeta, y tener como objetivo que la sociedad sea más plena y más libre (…)”  “La violencia de género, con la impunidad como correlato, tiene connotacio­nes de un flagelo social allí donde los estados son débiles, han sido debilitados y el estado de derecho tiene dificultades para construirse. No se detendrá hasta que se produzca una acción organizada estatal con apoyo y respaldo social que pare su escalada y prevenga una mayor violencia.  La impunidad debilita e impide el funcionamiento de la institucionalidad, convierte a los organismos encargados de la seguridad, la investigación y la admi­nistración de justicia en inoperantes, lo que estimula la inseguridad y la violen­cia. Tiene que ver con la falta de penalización y la naturalización de la violencia permanente y diaria, con la complacencia e incluso la comprensión de las auto­ridades hacia el agresor, con la culpabilización de la víctima que transgrede el orden establecido, y con el hecho de que las autoridades incumplen con su obli­gación de proteger a la mujer y perseguir y penalizar al delincuente.  Se ha avanzado mundialmente en la aprobación y ratificación de leyes, tra­tados y convenciones internacionales y en la legislación nacional de casi todos los países. Se requiere, por ello, la adecuación de las normativas de los estados correspondiente a esta realidad y necesidades, la creación de nuevos conceptos, instituciones y tipificaciones que tengan en cuenta la especificidad y el con­texto en que se producen estos delitos de género, realizando reformas de códi­gos y leyes que mantienen tipos delictivos impregnados de anacronismos y con­cepciones androcentristas (…)”  “La violencia contra la mujer puede y debe ser prevenible. Los estados deben proteger y atender debidamente las denuncias de las mujeres, persi­guiendo y castigando el delito y construyendo socialmente valores de justicia e igualdad, garantizando a las mujeres el derecho primigenio e inalienable de vivir.”    

 

 Extractes del llibro “La vida a Tragos. Historias de Guatemala”Por Bru Rovira “Dayana, «la Loba»  Dayana tiene tatuado un tigre en el estómago y una loba con adorno de rosas en la espalda. Don Félix y yo la miramos duchar­se completamente desnuda en el fregadero del patio. Hace un sol de justicia y la muchacha parece disfrutar del frescor del agua mientras con una mano se enjabona a conciencia (el pelo, los pechos de pezones oscuros, las caderas, los muslos, los dedos de los pies) y con la otra se tapa pudorosamente el pubis. Sólo nos da la espalda para enjuagarse, y parece que lo haga a cámara lenta cuando llena un cazo en el lavadero, lo sostiene en el aire y lo inclina levemente dejando que el agua se derrame lenta­mente sobre su piel canela, gozando hasta la última gota.  Don Félix la mira de reojo mientras la chica se acerca caminando de puntillas envuelta en una toalla, se dirige a su habita­ción y regresa con unas botas de plataforma en la mano. Don Félix (el Gato, le llaman las chicas) es zapatero. Está sordo como una tapia y su cuerpo enjuto y arrugado parece encontrar en la postración la forma natural de su figura de tullido. Todos los días se pasa por el Club San Diego por si hay algún remiendo. —Habrá que coser —dice examinando una de las botas, rasgada a la altura de la pantorrilla.  A plena luz del día, las botas de Dayana están para tirarlas. Lo mismo les ocurre a las medias, los tangas y los bodies que cuel­gan descoloridos en los tenderos a la espera de que llegue la oscuridad de la noche y las luces estroboscópicas de la pista de baile los hagan renacer refulgiendo glamour. Incluso las desconchadas mesitas de obra vista y sus sombrillas de paja parecen una fantasía de playa caribeña cuando cae la noche y se abren los neones del patio.  —Ven —dice Dayana cogiéndome de la mano para invitarme a pasar a su habitación. Aquí vive y aquí recibe a los clientes. Techo de chapa. Paredes de tablas de madera. Una bombilla desnuda. Una mesita de camping repleta de perfumes. Cremas. Maquillaje. Una bolsa de plástico con las fotos de la familia. Una caja de condones.  Las moscas revolotean en el aire y las cucarachas se esconden bajo el colchón. Dayana, envuelta en una toalla, el cuerpo joven exhalando a jabón, se sienta en la cama con las piernas cruzadas.  Cuenta su historia.  Tenía quince años. Iba camino del colegio, en un pueblito cerca de Managua, cargando una mochila con los cuadernos esco­lares y el almuerzo. Tres hombres la pararon y la arrastraron hasta el bosque donde la tomaron, uno detrás del otro. —Me dejaron bañada en sangre en mis partes —recuerda. Pero Dayana no se lo contó a nadie. Se lavó «bien limpia». Lloró. Y calló. Papá hacía años que les abandonó. Mamá apenas estaba en casa y nunca tuvieron una conversación. —Me lo tragué yo sola —dice, mientras rebusca en la bolsa de plástico y muestra la foto de un niño—. Es el fruto de aque­lla violación. Se llama Élison. —Lo quiero como si fuera mío —suspira.  Dayana pasó todo el embarazo sin salir de casa «de pura vergüenza». Cuando el bebé cumplió cinco meses, una amiga le propuso viajar a Guatemala ilegalmente. El niño se quedó con la abuela. Dayana les manda dinero todos los meses.  —La primera vez fue horrible —recuerda—. Me tocó un cliente borracho. No podía hacerlo, y al final se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que yo era muy guapa. Qué asco. Puedo bailar desnuda en la pista, que me soben mientras me invitan a copas, pero cuando los tengo encima no lo soporto. ¿Has visto los tatuajes? —Los he visto mientras te duchabas. Abre la toalla y se gira para mostrar la loba. —La loba —dice— es astuta. Agresiva. Refleja lo que soy yo. Le he puesto un adorno de rosas porque la loba utiliza mi femi­nidad. Es astuta, pero esta astucia la lastima. Cuando todo termina, la loba se sienta en la cama, mira lo que hizo y se pone a pensar: ¡sucia!, ¡eres repugnante! El cliente no se da cuenta. Por eso soy la loba. Astuta. —Las rosas… —Son la debilidad de la mujer por necesidad de hacerlo.”     

 

La Vida a tragos. Historias de Guatemala” 

Vivim en un món a on els instruments legals de la societat civil i de política internacionals i regionals suposadament van definir les obligacions dels estats en les tasques de prevenció, eradicació i càstig contra tot tipus de violència contra les dones. Això és el que se’ns diu a través dels nostres governs de torn i el que usualment no s’esmenta als mitjans de comunicació tradicionals. En aquests moments, el 29% dels governs afirma que ni hi tenen lleis o polítiques suficients per a la prevenció de la violència contra les dones.  Des de la Fundació Sida i Societat creiem que existeix la necessitat urgent de prestar més atenció a tot tipus de violències contra les dones en tots els àmbits, especialment a través de la inversió en educació, sensibilització, i suports tècnics i financers, com un procés continu a dones i homes, especialment en els països que segons els seus IDH, estan menys desenvolupats i, especialment, en països com Guatemala, que estan sumits en conflictes que van molt més allà d’una problemàtica merament social. En aquest sentit, és necessària una perspectiva cohesionada i estratègica per part dels governs, de la comunitat internacional i de la societat.  L’eliminació de la violència contra totes les dones ha de ser una política prioritària perquè una societat pugui començar a sanar ferides i caminar cap a l’equitat social, de classe i gènere. En un dels informes de la Relatora especial de Nacions Unides per a la violència contra les dones, Yakin Ertürk, assenyalava: «Els vincles entre la violència contra les dones i el VIH/sida són irrefutables, però els estats encara han de crear respostes integrades i efectives. Encara que s’estan realitzant avanços per separat per a acabar amb la violència contra les dones i detenir l’avanç del VIH/sida, els esforços nacionals i internacionals serien molt més efectius si es dediquessin a la interconnexió entre ambdues pandèmies».  

Tal com assenyala en la presentació del llibre el President de la Fundació Sida i Societat, Jordi Casabona, “La vida a tragos. Historias de Guatemala” relata un treball que durant quatre anys es ve realitzant amb treballadores sexuals dels diversos municipis del Departament de Escuintla, Guatemala. “Moltes vegades les intervencions sanitàries dirigides a aquesta població s’expliquen sense tenir en compte a les pròpies dones; parlem d’objectius i de resultats sense consultar-les ni deixar que elles diguin la seva opinió o participin activament en els projectes. Així mateix, tècnicament seria erroni intentar fomentar actituds i conductes de menor risc per a l’adquisició del VIH i d’altres infeccions de transmissió sexual (ITS) sense involucrar-les en la intervenció: no tenir en compte el context i les sensibilitats de les treballadores sexuals és una falta de respecte a un col·lectiu al que històricament va ser tractat amb massa hipocresia”.  “La vida a Tragos. Historias de Guatemala” té com objectiu explicar i sensibilitzar a una societat com la nostra, aliena a l’esdevenir diari en societats que creiem conèixer, que creiem en pau i que creiem en vies d’un concepte imposat de desenvolupament.  Les persones que tinguin en les seves mans aquesta publicació es trobaran de front amb un context social, però també amb records, il·lusions i pors de les treballadores sexuals i el seu treball, del que en moltes ocasions se senten justament orgulloses. En aquest sentit, el rigorós treball de Bru Rovira i de Juan Carlos Tomasi no necessita més presentació que la qual ofereixen els seus textos i les seves fotografies. I per a facilitar elements d’anàlisis i discussió, s’han inclòs unes breus notes introductòries redactades per persones referents en el seu àmbit d’actuació. Així, Alba Estela Maldonado des del social i l’activisme polític, Peter Piot, Txema Calleja i Sarah Russell des del sanitari i el lideratge institucional, i Juan José López Burniol des del punt de vista jurídic i ètic, fan una breu anàlisi sobre la violència i la seva relació amb la salut, tant individual com col·lectiva.


Extractes del Llibre Mujer y violencia en América LatinaAlba Estela MaldonadoFeminista y luchadora social. Militante revolucionaria desde su adolescencia y actualmente secretaria general adjunta del partido Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca “El Informe Mundial Sobre la Violencia y la Salud, 2002, de la Orga­nización Mundial de la Salud, indica que la violencia intrafamiliar exis­te en todas las sociedades, culturas y niveles económicos. La Orga­nización Panamericana de la Salud registró que una de cada tres muje­res en algún momento de su vida ha sido víctima de la violencia sexual, física o psicológica perpetrada por hombres. El 33% de las mujeres entre 16 y 49 años ha sido víctima de acoso sexual. Al menos el 45% ha sido amenazado, insultado o ha visto la destrucción de su propiedad personal. En las economí­as desarrolladas la violencia contra las mujeres es responsable de uno de cada cinco días de vida saludable perdidos en mujeres en edad reproductiva. Entre el 10% y el 50% de mujeres en cada país ha sufrido abuso físico por parte de su pareja. En América Latina, entre un cuarto y más de la mitad de las mujeres infor­man de que han sido víctimas de abusos por sus parejas (…)”  “La muerte violenta de mujeres por ser mujeres es histórica, pero la magni­tud y los efectos son más evidentes ahora porque se relaciona con la impunidad y la inefectividad e inacción de las autoridades en el marco de una sociedad glo­bal, pese a la instauración de democracias y la existencia de leyes y convenios internacionales suscritos por la mayoría de gobiernos (…)”  “Es necesario mostrar esta violencia y vencer la impunidad sobre estos críme­nes logrando que los estados sean garantes de una vida libre de violencia y del goce de los derechos humanos también para las mujeres, más de 50% de la pobla­ción del planeta, y tener como objetivo que la sociedad sea más plena y más libre (…)”  “La violencia de género, con la impunidad como correlato, tiene connotacio­nes de un flagelo social allí donde los estados son débiles, han sido debilitados y el estado de derecho tiene dificultades para construirse. No se detendrá hasta que se produzca una acción organizada estatal con apoyo y respaldo social que pare su escalada y prevenga una mayor violencia.  La impunidad debilita e impide el funcionamiento de la institucionalidad, convierte a los organismos encargados de la seguridad, la investigación y la admi­nistración de justicia en inoperantes, lo que estimula la inseguridad y la violen­cia. Tiene que ver con la falta de penalización y la naturalización de la violencia permanente y diaria, con la complacencia e incluso la comprensión de las auto­ridades hacia el agresor, con la culpabilización de la víctima que transgrede el orden establecido, y con el hecho de que las autoridades incumplen con su obli­gación de proteger a la mujer y perseguir y penalizar al delincuente.  Se ha avanzado mundialmente en la aprobación y ratificación de leyes, tra­tados y convenciones internacionales y en la legislación nacional de casi todos los países. Se requiere, por ello, la adecuación de las normativas de los estados correspondiente a esta realidad y necesidades, la creación de nuevos conceptos, instituciones y tipificaciones que tengan en cuenta la especificidad y el con­texto en que se producen estos delitos de género, realizando reformas de códi­gos y leyes que mantienen tipos delictivos impregnados de anacronismos y con­cepciones androcentristas (…)”  “La violencia contra la mujer puede y debe ser prevenible. Los estados deben proteger y atender debidamente las denuncias de las mujeres, persi­guiendo y castigando el delito y construyendo socialmente valores de justicia e igualdad, garantizando a las mujeres el derecho primigenio e inalienable de vivir.”    
 Extractes del llibro “La vida a Tragos. Historias de Guatemala”Por Bru Rovira “Dayana, «la Loba»  Dayana tiene tatuado un tigre en el estómago y una loba con adorno de rosas en la espalda. Don Félix y yo la miramos duchar­se completamente desnuda en el fregadero del patio. Hace un sol de justicia y la muchacha parece disfrutar del frescor del agua mientras con una mano se enjabona a conciencia (el pelo, los pechos de pezones oscuros, las caderas, los muslos, los dedos de los pies) y con la otra se tapa pudorosamente el pubis. Sólo nos da la espalda para enjuagarse, y parece que lo haga a cámara lenta cuando llena un cazo en el lavadero, lo sostiene en el aire y lo inclina levemente dejando que el agua se derrame lenta­mente sobre su piel canela, gozando hasta la última gota.  Don Félix la mira de reojo mientras la chica se acerca caminando de puntillas envuelta en una toalla, se dirige a su habita­ción y regresa con unas botas de plataforma en la mano. Don Félix (el Gato, le llaman las chicas) es zapatero. Está sordo como una tapia y su cuerpo enjuto y arrugado parece encontrar en la postración la forma natural de su figura de tullido. Todos los días se pasa por el Club San Diego por si hay algún remiendo. —Habrá que coser —dice examinando una de las botas, rasgada a la altura de la pantorrilla.  A plena luz del día, las botas de Dayana están para tirarlas. Lo mismo les ocurre a las medias, los tangas y los bodies que cuel­gan descoloridos en los tenderos a la espera de que llegue la oscuridad de la noche y las luces estroboscópicas de la pista de baile los hagan renacer refulgiendo glamour. Incluso las desconchadas mesitas de obra vista y sus sombrillas de paja parecen una fantasía de playa caribeña cuando cae la noche y se abren los neones del patio.  —Ven —dice Dayana cogiéndome de la mano para invitarme a pasar a su habitación. Aquí vive y aquí recibe a los clientes. Techo de chapa. Paredes de tablas de madera. Una bombilla desnuda. Una mesita de camping repleta de perfumes. Cremas. Maquillaje. Una bolsa de plástico con las fotos de la familia. Una caja de condones.  Las moscas revolotean en el aire y las cucarachas se esconden bajo el colchón. Dayana, envuelta en una toalla, el cuerpo joven exhalando a jabón, se sienta en la cama con las piernas cruzadas.  Cuenta su historia.  Tenía quince años. Iba camino del colegio, en un pueblito cerca de Managua, cargando una mochila con los cuadernos esco­lares y el almuerzo. Tres hombres la pararon y la arrastraron hasta el bosque donde la tomaron, uno detrás del otro. —Me dejaron bañada en sangre en mis partes —recuerda. Pero Dayana no se lo contó a nadie. Se lavó «bien limpia». Lloró. Y calló. Papá hacía años que les abandonó. Mamá apenas estaba en casa y nunca tuvieron una conversación. —Me lo tragué yo sola —dice, mientras rebusca en la bolsa de plástico y muestra la foto de un niño—. Es el fruto de aque­lla violación. Se llama Élison. —Lo quiero como si fuera mío —suspira.  Dayana pasó todo el embarazo sin salir de casa «de pura vergüenza». Cuando el bebé cumplió cinco meses, una amiga le propuso viajar a Guatemala ilegalmente. El niño se quedó con la abuela. Dayana les manda dinero todos los meses.  —La primera vez fue horrible —recuerda—. Me tocó un cliente borracho. No podía hacerlo, y al final se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que yo era muy guapa. Qué asco. Puedo bailar desnuda en la pista, que me soben mientras me invitan a copas, pero cuando los tengo encima no lo soporto. ¿Has visto los tatuajes? —Los he visto mientras te duchabas. Abre la toalla y se gira para mostrar la loba. —La loba —dice— es astuta. Agresiva. Refleja lo que soy yo. Le he puesto un adorno de rosas porque la loba utiliza mi femi­nidad. Es astuta, pero esta astucia la lastima. Cuando todo termina, la loba se sienta en la cama, mira lo que hizo y se pone a pensar: ¡sucia!, ¡eres repugnante! El cliente no se da cuenta. Por eso soy la loba. Astuta. —Las
rosas… —Son la debilidad de la mujer por necesidad de hacerlo.”